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El vino también se declina en femenino

3Tópicos. Desde la antigüedad, el vino era «tan trascendental» que el consumo era exclusivo de hombres Está comprobado que el olfato femenino experimenta los aromas con más intensidad

El mundo del vino ha sido por tradición un mundo eminentemente masculino. Desde la antigüedad, el vino era una cuestión «tan trascendental», que era consumido principalmente en ceremonias y reuniones en las que la mujer no tenía cabida.

Pero la participación de las mujeres en la historia del vino la vemos, si nos esforzamos, desde el momento en que los seres humanos descubrieron la característica especial de ese zumo que se transmutaba en un elixir que los llevaba al paraíso… Si nos remontamos a la antigüedad, encontramos a la diosa egipcia Hathor, la primera divinidad asociada al vino (fue una divinidad cósmica, diosa nutricia, diosa del amor, de la alegría, la danza y las artes musicales en la mitología egipcia); o a las Bacantes protagonistas de las fiestas y orgías en honor al dios griego Baco; o a las Ninfas de Nisa que cuidaron de él cuando era niño.

Pero históricamente, las primeras referencias enológicas vinculadas a la mujer hay que buscarlas en Francia, en la Champaña. Allí, brillaron con luz propia dos mujeres de marcado carácter en un mundo monopolizado con total exclusividad por el hombre.

La primera figura fémina fue Nicole Barbe Ponsardín, viuda de Cliquot quien, a la muerte de su marido, forjó la marca comercial de Champagne más importante de la historia: Veuve Clicquot-Ponsardin e ideó el método del «degüelle», para eliminar las partículas sólidas de levaduras en suspensión. La otra gran dama (y viuda también) del Champagne fue Jeanne Alexandrine Pommery, una visionaria que impulsó el consumo de los champagnes brut (sin azúcares añadidos).

Otros nombres femeninos de relevancia histórica son Mathilde Perrier (Laurent-Perrier), Elisabeth Salmon (Billecart-Salmon) o Elisabeth Bollinger (Bollinger). Todas ellas grandes damas del Champagne y, curiosamente, todas ellas viudas. Lo cual deja la incertidumbre de saber si el renombre y esfuerzo de estas mujeres seguiría siendo el mismo si hubieran tenido un referente masculino a su lado…

El panorama vitivinícola actual parece un poquito más accesible para la mujer: así encontramos a la Baronesa Philippine de Rothschild, como presidenta de las bodegas Mouton Rothschild; Corinne Mentzelopoulos, propietaria de Château Margaux, considerada por los conocedores como una de las mejores del mundo y Gina Gallo, mente privilegiada de las bodegas Ernest & Julio Gallo, la mayor productora en California.

Hoy las mujeres hemos irrumpido en el mundo del vino con nuestra visión holística, la que aporta ingenio e intuición, enriqueciendo la industria en los viñedos, en la producción y el consumo. Encontramos enólogas, agrónomos y sumilleres y como protagonista pujante en el mercado del vino: hoy las mujeres compran más vino que nunca y experimentan el placer de consumirlo con mayor conocimiento, variedad y frecuencia.

La influencia femenina hay que buscarla, además, en otros campos: hay teorías que afirman que, desde el punto de vista organoléptico, sus sentidos suelen encontrarse más desarrollados que los de los hombres, apoyándose en que la posibilidad de la maternidad les agudiza poder detectar olores que pudieran resultar peligrosos para la posible cría. O sea, que sería la propia Madre Naturaleza la que dotara de más y mejores elementos de análisis a la mujer. Está comprobado que el olfato femenino experimenta los aromas con mayor intensidad y encuentra con mayor naturalidad el nombre del olor que identifica.

Desde el punto de vista comercial, hay que empezar por el hecho de que la mujer es, normalmente, quien maneja la economía doméstica. Suele ser ella la que compra el vino en las grandes superficies, selecciona, indaga, busca el que mejor va con lo que va a cocinar y muy importante: escoge en función de la relación calidad-precio, es menos propensa a dejarse impresionar por marcas, modas y costumbres. Sea como fuere, las mujeres nos mostramos con menos prejuicios que el hombre para indagar, probar, buscar cosas nuevas, tenemos menos clichés establecidos, nos arriesgamos mucho más y también nos dejamos asesorar mucho mejor que ellos.

Aún queda mucho camino por recorrer, pero el futuro del vino se declina en femenino.

Ver artículo original de MARGARITA LOZANO en www.granadahoy.com